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El Toro de la Vega: tradición frente a evolución.

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“El Toro de la Vega es una fiesta maravillosa, además de un torneo ascentral que se celebra desde hace miles de años, o por lo menos, cientos” “Hoy lo que hemos visto es que no ha habido ninguna agresión al toro” (Mariló Montero, presentadora y subdirectora de la mañana de TVE1) Fuente

“Si nos ponemos tan exquisitos y puristas, ¿comerías pollo? Porque también lo han matado” (Arenales Serrano, diputada del PP) Fuente

“El Toro de la Vega saca lo mejor del ser humano” (Miguel Ángel Quintana, profesor de Ética Periodística y militante de UPyD) Fuente

Estas declaraciones, si bien concisas y no exentas de polémica, son claros ejemplos de la posición de algunos personajes públicos respecto al festejo vallisoletano.

Dicho festejo es herencia del siglo XVI y como tal, llega a través de una costumbre medieval. De ahí a que se plantee siempre el mismo debate: ¿Lo protegemos porque forma parte de una tradición centenaria? ¿O lo abolimos porque no es ético y viola los derechos de los animales?

Los arraigados a la tradición defienden que la tauromaquia reporta beneficios como la conservación del toro de lidia, además de formar parte de nuestro patrimonio cultural, y por qué no decirlo también económico. Incluso se ha llegado a argumentar que el toro no sufre de la misma manera, ya que es más insensible al dolor. El caso es que a día de hoy, taurinos y antitaurinos seguimos en pie de guerra.

Así como los afines al mundo taurino, sus detractores también tenemos nuestros propios argumentos. El más sólido, que podríamos decir que sustenta al resto de argumentos y le sirve de raíz, es la contrariedad y la indignación ante el sufrimiento que se le ocasiona al animal. Un sufrimiento que sirve como motivo de celebración en la que algunos invierten su tiempo y su dinero, en el que ríen y disfrutan de la humillación, la desesperación y el dolor que soporta estoicamente el toro mientras le van segando poco a poco la vida. Lo que para los participantes del torneo es un motivo de diversión y éxtasis, para el toro se convierte en una desafortunada y macabra lucha por la supervivencia.

Dentro de apenas una semana ejecutarán a “Elegido” al igual que hicieron el año anterior con “Vulcano”, y al igual que otros toros que, año tras año, han corrido la misma suerte.

Dentro de una semana seguiremos con ese frente abierto igual que siempre. Unos celebrando, otros protestando contra la barbarie. Y seguramente seguirá así durante años, como lleva haciéndose todo este tiempo, porque en España la tradición prevalece siempre que nos beneficia. Porque desafortunadamente los beneficios pesan más que la ética, que el respeto hacia los animales. Y una ley puede prohibir, pero no puede concienciar. 

Y ¿de qué se trata si no de tomar conciencia? De sustituir el valor de la tradición por el de la empatía y el respeto. Por aquello que nos hace avanzar y ser más humanos, más conscientes de todo. Y dicho sea de paso, más abiertos al cambio, menos conservadores. Y por tanto, más cultos.

La diferencia principal entre taurinos y antitaurinos es el concepto que tenemos de “cultura”. Para los taurinos, la tauromaquia es cultura. Para nosotros los antitaurinos, la tauromaquia es una de las mayores expresiones de incultura y atraso que nos atasca y nos encadena al vestigio de una España rancia, cacique, inculta y represiva. Y muchos de nosotros, ya no queremos eso.

Cora Vicente

Socia de Menys Graus